A la luz de la luna, tumbada sobre el suelo del frontón bajo un cielo estrellado, estaba ella.
No se imaginaba que de un momento a otro su vida cambiaría tras un deseo rápido y confuso.
Era una noche especial, las estrellas fugaces recorrían el cielo de norte a sur, de izquierda a derecha.. y ella estaba allí, sola, esperando un milagro.
Estaba enamorada y sola, no había tenido el suficiente valor para decirle a tiempo lo que sentía por él, y ahora era tarde.. no volvería y él estaba demasiado cansado para luchar por algo que nunca había sucedido, a pesar del sentimiento que le había demostrado desde la primera vez que la vio.
Ya era imposible intentar algo, estaban frustrados y casi no se hablaban. Él había decidido no quedarse mucho tiempo cerca de ella y ella lo sabía.
La luna estaba desapareciendo por la pared más ancha del frontón, una luna enorme y naranja. Era principios de julio, cuando la luna se vuelve más bella para cautivar los corazones de los románticos. “Ya no quedan románticos” se repetía una y otra vez, “han desaparecido como los cantos de sirenas”.
No podía llorar, ya no le salían lágrimas, ya no sentía nada, no podía amar nada. Se sentía culpable de haber perdido lo que realmente amaba y a quien realmente la quería.
Había reconocido varias constelaciones y seguía mirando el cielo. Cada estrella le parecía distinta al mirarla, y con el tiempo, perdían su brillo inicial. Les estaba quitando la magia de tanto observarlas y lo sabía, pero estaba tan metida en la inmensidad del universo que no se sentía con fuerzas para apartar la vista.
Tiempo atrás creía haber visto un ovni, o una luz que hacía círculos en el cielo y de golpe se paraba. Ya no sabía si era un sueño, ya no sabía diferenciar los sueños de la realidad, tiempo atrás había perdido esa capacidad.
Tenía la mirada perdida, le lloraban los ojos de cansancio. No pensaba en nada, solo miraba el cielo, ese conjunto de estrellas, nubes y emociones, porque la luna ya había desaparecido.
Solo una persona podría sacarla de su estado de abstracción y estaba demasiado lejos para poder hacerlo.
Solo una persona podría devolverla a la vida y quizás ya no querría hacerlo.
Solo una persona podría sacar el dolor de su corazón y serían dos corazones libres...
Su deseo se cumplió, un deseo que sintió en ese momento y que en ningún otro momento habría pedido si no sintiera lo que sentía. Un deseo erróneo, loco, sacado de contexto, un deseo horrible si no lo sientes: “que la luna me lleve con ella”
Desapareció, nunca se supo más de ella, pero si miras a la luna puedes ver su rostro, triste y apagado, blanco, fantasmagórico, pero tan bello que cualquiera podría enamorarse de ella.
“Las estrellas están ahí siempre, unas nacen y otras mueren como el amor, pero lo que ha existido siempre se recuerda, siempre hay constancia de ello, como la vida misma”.
Person McPerson Valarian
Era una noche especial, las estrellas fugaces recorrían el cielo de norte a sur, de izquierda a derecha.. y ella estaba allí, sola, esperando un milagro.
Estaba enamorada y sola, no había tenido el suficiente valor para decirle a tiempo lo que sentía por él, y ahora era tarde.. no volvería y él estaba demasiado cansado para luchar por algo que nunca había sucedido, a pesar del sentimiento que le había demostrado desde la primera vez que la vio.
Ya era imposible intentar algo, estaban frustrados y casi no se hablaban. Él había decidido no quedarse mucho tiempo cerca de ella y ella lo sabía.
La luna estaba desapareciendo por la pared más ancha del frontón, una luna enorme y naranja. Era principios de julio, cuando la luna se vuelve más bella para cautivar los corazones de los románticos. “Ya no quedan románticos” se repetía una y otra vez, “han desaparecido como los cantos de sirenas”.
No podía llorar, ya no le salían lágrimas, ya no sentía nada, no podía amar nada. Se sentía culpable de haber perdido lo que realmente amaba y a quien realmente la quería.
Había reconocido varias constelaciones y seguía mirando el cielo. Cada estrella le parecía distinta al mirarla, y con el tiempo, perdían su brillo inicial. Les estaba quitando la magia de tanto observarlas y lo sabía, pero estaba tan metida en la inmensidad del universo que no se sentía con fuerzas para apartar la vista.
Tiempo atrás creía haber visto un ovni, o una luz que hacía círculos en el cielo y de golpe se paraba. Ya no sabía si era un sueño, ya no sabía diferenciar los sueños de la realidad, tiempo atrás había perdido esa capacidad.
Tenía la mirada perdida, le lloraban los ojos de cansancio. No pensaba en nada, solo miraba el cielo, ese conjunto de estrellas, nubes y emociones, porque la luna ya había desaparecido.
Solo una persona podría sacarla de su estado de abstracción y estaba demasiado lejos para poder hacerlo.
Solo una persona podría devolverla a la vida y quizás ya no querría hacerlo.
Solo una persona podría sacar el dolor de su corazón y serían dos corazones libres...
Su deseo se cumplió, un deseo que sintió en ese momento y que en ningún otro momento habría pedido si no sintiera lo que sentía. Un deseo erróneo, loco, sacado de contexto, un deseo horrible si no lo sientes: “que la luna me lleve con ella”
Desapareció, nunca se supo más de ella, pero si miras a la luna puedes ver su rostro, triste y apagado, blanco, fantasmagórico, pero tan bello que cualquiera podría enamorarse de ella.
“Las estrellas están ahí siempre, unas nacen y otras mueren como el amor, pero lo que ha existido siempre se recuerda, siempre hay constancia de ello, como la vida misma”.
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