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domingo, 23 de abril de 2017

lunes, 17 de abril de 2017

Santo tú.

Esta es otra historia no contada que ansiaba ser escrita y luchaba por no ser el típico relato de chico conoce a chica, chico queda prendado de chica, chica habla con chico y, chico y chica comienzan a conocerse. Antes de adentrarnos un poquito más debo decir que sí, no puedo negarlo, fue un principio manido. 

Sin embargo, el cuerpo de esta historia no hace más que enredarse. A veces creo que no quiere llegar al desenlace porque el destino es tan perezoso como yo, y prefiere escribir la historia por partes, con las pausas y saltos necesarios para que no termine de cualquier manera. Así, la vida y el tiempo nos sorprenden con giros, que la mayoría de las veces son bastante agradables.

Y así sin más, ella se encuentra en una pequeña Iglesia de pueblo abarrotada, con decenas de caras mirando hacia el altar, donde un grupo de guitarras se preparan para dar un pequeño concierto navideño. Ella, con su guitarra entre los brazos, padeciendo los últimos minutos antes de comenzar. Los nervios le hacen mirar hacia los bancos, hacia la puerta, las luces, las guitarras, el libro de canciones, la puerta, posando su mirada sobre cada espectador y después, sobre sus zapatos. Extraña manía la suya. 

La puerta se abre una vez más. Esta vez pasa una amiga y le sigue un chico. Nervios. Muchos nervios. Siento calor de pies a cabeza. El corazón se me sale del cuerpo. Me ruborizo. Vello de punta. Palpitaciones. Todo mi ser sabe de quién se trata. Lo intuye. Lo celebra. Pero mi cabeza no da crédito. Nunca ha estado aquí. No que yo sepa ¿Qué hace aquí? ¿Por qué justo hoy? ¿Tenía que ser precisamente ahora? Vuelvo a mirarle. Y otra vez. Y otra más. Y otra. Hasta que vuelvo a la realidad y el grupo da comienzo al concierto. 
Me siento mareada y me tiemblan las manos. No veo las partituras. No soy capaz de poner la nota. Inhalo. Exhalo. Inhalo. Exhalo. Comienzo a tocar a destiempo. 

La vida o quizás el destino, ha vuelto a ponerle en mi camino, a quien no habría creído volver a ver, en un lugar y un día que ni en mis mejores sueños hubiera pensado que aparecería.
Justo ahora, después de tanto tiempo... después de tanto tiempo me altera como al principio. Sólo con verle entrar y caminar hasta su asiento, únicamente intuyendo que era él. Su recuerdo consigue ruborizarme. 

Si no hubiera mirado en ese momento hacia la puerta. Si no hubiera buscado su mirada a cada instante. Si no sintiera nada. Yo tan nerviosa en el altar, con el corazón en un puño. 

Y después, la chica vuelve a dejarse llevar por el miedo y el orgullo rancio. Y vuelve a lo fácil, a hacer de ellos dos desconocidos. Una por no variar y el otro por no incomodar. Y nuestra historia se reduce a un bucle, cambiando escenarios pero siendo en esencia la misma.
Él ni siquiera conoce los sentimientos de ella. Ya no. Ahora cree que no le importa en absoluto, que le es indiferente. Pero la muy idiota no puede controlar los impulsos francos de su cuerpo cada vez que le vuelve a ver.

Maldita historia la nuestra.

martes, 4 de abril de 2017

RC

Sé que me extrañas porque no puedes engañar a tu corazón y al brillo de tus ojos cada vez que me mirabas, cada vez que yo estaba cerca de ti. Sé lo que sientes y sé que el miedo no te permite volver a acercarte a mí. Sé que me equivoqué y sé que tú también lo hiciste, ambos tuvimos errores pero no es razón para que esta historia de amor termine.
Historias de la vida.