Ya no ilumina a ningún
otro Sol, ni tirita cuando otros se reflejan en ella. Ahora los días se vuelven
insoportables o agradables si le honra con su presencia; cuando sus rayos
caprichosos se posan sobre su piel, y le calma su calidez. Un efecto pasajero,
pues cuando las nubes lo cubren y luce distante, oscurece las estrellas y éstas no pueden evitar precipitar su inquietud e impaciencia a su alrededor.
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