Coche: 2 / Plaza: 134

Cuando regresaba a casa en tren esta semana, me fijé en algo curioso que se repite continuamente en los trenes y que siempre me hace muchísima gracia.

Es curioso que justo al pasar la estación anterior a la de algunas personas, éstas comienzan a recoger su equipaje y se posicionan en la puerta de salida, falten 5 ó 10 minutos para llegar. Y no puedo parar de pensar en ello, ¿por qué van tan rápido a la salida si tenemos varios minutos por delante antes de la frenada final? ¿Acaso no saben, después de hacer el mismo trayecto durante meses, que con casi un minuto de antelación también les da tiempo a recoger su equipaje y bajar? ¡Pero si cuando avisan por megafonía hay personas que llevan siglos en el hall! Quizás sea yo la que lo hace mal, pero ni una sola vez he retrasado el tren ni me he quedado encerrada.

También me hacen gracia las miradas o gestos de la gente a través de los cristales. Cuando cojo el tren, suele ser un poco tarde y los cristales de las ventanas se convierten en espejos traicioneros. Podemos ver lo que está haciendo el pasajero de delante con solo mirar hacia la ventana, e incluso mirar a alguien sin hacerlo directamente. Eso sí, es bastante incomodo cuando te pillan y el sentirse observado/a. Genial para hacer ojitos.

Y por último, lo confiados que son a veces algunos revisores. En la mayoría de los trayectos cortos podríamos colarnos por la face sin problemas porque escasas veces llegan los revisores hasta donde estamos, controlando su posición sería muy fácil. Algo que me ha pasado en otras ocasiones es que pasan a mi lado y me preguntan algo así como: ¿te he pedido antes el billete? y ahí tengo dos opciones de respuesta; mentirle y decirle que sí o decirle que no y que me lo revise. Eso sería lo ideal cuando no llevamos billete, ¿problema? se nos ven las intenciones a kilómetros y nuestros gestos nos delatan. Ahí, la única pregunta que recibiremos de ellos será: ¿billete por favor?

Así que; pregunta, coquetea, se sincero/a o huye haciendo la croqueta.