Imagen portada

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viernes, 24 de septiembre de 2010

Estaba sentada en frente del televisor, mirando sin prestar atención al patético programa que había aparecido nada más encenderlo y seleccionando los lacasitos que se metería en la boca al tragar los que aun seguía saboreando. Era demasiado tarde para llamar a sus amigas pero lo prefería así. Le gustaba estar sola para pensar en lo ocurrido y ahora era uno de esos momentos en los que deseaba por todos los medios que nadie se interesara por ella. Necesitaba reflexionar, darle vueltas continuamente, analizarlo desde todos los puntos de vista posibles, y proponerse soluciones acordes con sus principios sólidos y además, sin dañar a las personas que estaban directamente involucradas en su decisión. No sería fácil, lo sabía, pero no podía dejar ningún cabo suelto.

Desde que le comenzaron a gustar los libros y leerlos, no había parado de hacerlo. Había leído sobre todos los temas escritos, desde filosofía a historia, novelas románticas, de ficción, etc. Había consolidado sus pensamientos y principios leyendo, podría decirse que a su edad era la chica mejor informada de su quinta y de las superiores.

Siempre le había apasionado el arte. Le gustaba el trabajo de los grandes arquitectos góticos, y de muchos pintores y escultores de diversas épocas.

Pero todo esto no le servía para tomar su decisión, la mayor de toda su vida.

De pequeña, se habría metido al fondo de su armario y habría estado ahí hasta que la solución se le hubiera aparecido en su mente por casualidad. Ahora eso ya no funcionaba, la solución no iba a aparecerle ante sus ojos, debía pensarlo muy bien y tener varias alternativas, planes alternativos que escoger si los demás no funcionaban.

Faltaban dos horas más o menos para el amanecer, solo quedaban los lacasitos rojos que había guardado para más tarde, no tenía sueño aunque sabía que debía dormir al menos unas horas para pensar con claridad.

La tarde se había alargado hasta el amanecer, y sabía que ya se le estaba haciendo tarde para decidir que hacer, ir o no ir.

El destino le esperaba y ella ya tenía todo más que pensado. No podía echarse atrás, había decidido ir y después, optaría por alguna de sus alternativas.

Se puso unos vaqueros y una camiseta de manga corta, cogió su mochila, cerró la puerta y cruzó la calle con toda la seguridad que le permitían sus piernas.

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