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miércoles, 14 de julio de 2021

OPERACIÓN ATALANTA

Día 26: 08.24 horas.

Hemos quedado a las 09:00 pero, como cada mañana, me dirijo al hangar para esperar sentada en el torito a que lleguen los demás. Hoy tengo una sensación extraña, desde mi posición siento la vibración de un helicóptero en la cubierta de vuelo, y aunque me tienta la idea de salir a descubrir de qué se trata, permanezco sentada, esperando paciente porque nuestro "gato" sigue posado a mi vista.


Día 28: 13.54 horas.

No hay día aburrido en el buque. Algunas tardes bajo a toldilla a pescar con Dani, esta es una de esas tardes cálidas en las que la brisa acaricia mi piel y desenreda mis ideas. A las 15.30 tenemos que sacar el "gato" para operaciones de vuelo, y son estos huequitos los que aprovecho para desconectar escribiendo, leyendo, pescando, hablando con amigos, paseando por cubierta...


Día 30: 22.17 horas.

Esta mañana, como cada día, he salido a la pasarela con ansias de azul y la imagen que he visto por la borda me ha dejado fascinada. En esta ocasión me he encontrado la mar en completa paz. Sin oleaje, sin viento rizando la superficie calmada del Índico. La bruma al fondo, fundiendo cielo y Océano en uno. 
Como si navegar a través de las nubes fuese posible.



Día 37: 23.35 horas.

Hoy he recordado algo de mi infancia. Mi hermano y yo teníamos un proyector de noche, de esos que iluminan el techo con estrellas y ovejitas. Y justo hoy me he sentido como en casa en medio del Índico. Estábamos esperando que tomara el dron en la cubierta de vuelo, y el buque se balanceaba mientras las estrellas, que permanecían impasibles sobre nuestras cabezas, me recordaban a cuando los dos nos quedábamos dormidos sobre la cama de mis padres mirando la sucesión de estrellas y ovejitas. Sin quererlo me he quedado ensimismada.


Día 41: 09.24 horas.

Las caras se repiten, las gracias se repiten, el paisaje se repite, todo es rutinario.


Día 48: 17.04 horas.

Si hay algo que me ha enseñado este trabajo es que hay que coger las cosas como nos vienen, porque mañana todo puede cambiar.


Día 49: 13.03 horas.

Hoy es el día del padre. Del hombre que me dio la vida, mi compañero de juegos en mi infancia, el que me construía aviones con piezas de Lego y me montaba todos mis juguetes. Mi protector, mi jefe gritón, con el que me encanta ir a buscar setas y espárragos, a cerrar riegos y recorrer el campo. Mi padre, el que siempre ha trabajado duro para que no nos faltara de nada, que es un ejemplo a seguir, humilde, trabajador, buena persona, siempre mirando por nuestro bien. Que me enseñó a valorar lo importante que es la familia. Tú que no querías que me fuese tan lejos. Me siento orgullosa de la persona que eres, en todas tus facetas. Ojalá pueda seguir compartiendo momentos contigo muchos años más.


Día 54: 19.05 horas.

Frente a mí el Sol se ponía. Esta vez no he sacado la cámara para inmortalizar la esfera anaranjada perfectamente definida que iba escondiéndose lentamente entre la niebla gris azulada. Mis pensamientos se enredaban entre los cabos salvavidas que chapoteaban en el agua y jugueteaban con las burbujas que dejaba el barco en su estela.


Día 72: 11.48 horas.

Hoy, Viernes Santo, el páter ha encendido el incienso. Ese olor me recuerda a la Iglesia de mi pueblo natal, y a todos los párrocos que por ella han pasado encendiendo el mismo incensario. A los vestidos con los que me emperifollaba mi madre para ir al encuentro de Dios. A las rodillas incadas sobre las tablas de los bancos. A las humildes pero muy devotas procesiones que tanto me gustaban, sobre todo porque significaba salir del templo y pasear. A mi negativa a portar las andas. A la misa de las velitas (Vigilia Pascual). A los ramos de olivo trenzados. A la procesión del silencio en el pueblo de mi madre, tras La Dolorosa, con los vellos de punta. A la procesión del encuentro, cantada por las mujeres de mi pueblo con su característico deje. 
(Aquí, encajado, va un profundo suspiro.)
Es curioso como un olor puede transportarte a través del tiempo y del espacio al lugar donde has sido tan feliz. A rememorar tantos momentos, tantos sabores, a tantas personas, extrañarlos y darte cuenta de los años que han pasado, de lo difícil que se hará, a partir de ahora, seguir compartiendo con mi gente esas costumbres de mi tierra.


Día 79: 08.46 horas.

Me persiguen las pesadillas y con ellas, las dudas y una sensación de pérdida y desasosiego. No consigo descansar y mis noches son todo revuelo. Mi mente es mi peor enemiga y la razón me abandona cuando la otra inventa sus historias.


Día 87: 15.26 horas.

Como llegó, se fue. Un comienzo de síes y noes. Llenos de incertidumbre. Ahora, esta experiencia se acaba aquí. Nos ha dejado a todos un sabor agridulce, con momentos para rememorar y otros para aprender, para crecer. Con las ganas de aventuras que no han pasado de ser meras fantasías. ¿Quién sabe lo que nos depara estos 19 días de regreso?


Día no sé ya cuál ni qué hora.

Para mí esta navegación ha sido espectacular, o más bien un espectáculo. De principio a fin continúa presentándose cargadita de incertidumbre. Y gracias a ello, he aprendido mucho de esta experiencia. 
Me ha permitido devorar un montón de libros, acortando considerablemente, mi lista de imprescindibles. Me ha mostrado la fragilidad de la vida, la belleza del océano, de sus criaturitas y del Sol africano. 
Me ha enseñado a ser más paciente, sobre todo con el wifi, y a adaptar los planes y el trabajo a los cambios de última hora. A valorar los pequeños detalles y/o momentos que colman mi día a día y se me antojan superfluos pero que, sin ellos, me falta calidad de vida, y no hablo de lujos. A divertirme y disfrutar este confinamiento en la mar.
Me ha servido para controlar mis emociones, sacándole el lado bueno a cada situación espinosa, y a buscar aliento en mis días grises. En los cuales, me han acompañado más aún el apoyo, cariño y amor obstinado de mi compañero de vida. Y, desde la distancia, el cariño de mi familia y amigos.
En definitiva, vuelvo a tierra firme con la satisfacción de haber llenado mi mochila de nuevas historias, recuerdos y lecciones.

sábado, 4 de abril de 2020

Necesitaba esta estabilidad económica, que permitiera mi emancipación real y no a medias, sentirme realizada y autosuficiente. Una situación que fortalecería mi estado emocional, la confianza en mí misma. Creía que la había alcanzado, que estaba disfrutando de ese equilibrio que anhelaba, de independencia en todos los sentidos, de haber salido del cascaron y del nido. 
Y acto seguido, he mirado a mi alrededor y me he encontrado enlatada, de nuevo, en una habitación de apenas 10 m², con decenas de dudas temerosas bajo la cama y empolvadas, ya algunas, sobre los huecos libres de la estantería. He tirado del cabo y he encontrado inseguridades, limitaciones, desidia. Ahogada bajo un techo que condensa mi respiración y crea grietas en mi confianza. He visto colgado mi coraje en el perchero junto a las chaquetas, y permitido que la tolerancia se tornase en conformismo, en silencio cuando debería haber gritado, en anteponer las necesidades de otras personas a las mías y amoldarme a lo que quedaba, intentando no dañar. En fin, a no valorarme y no creer que merezco más. Creía que me conocía, y me veo sentada sobre la cama, escribiendo en el portátil sobre lo irreconocible.

sábado, 30 de noviembre de 2019

miércoles, 23 de octubre de 2019

Hace unos días, en una conversación por Whatsapp con mis amigas, planteábamos la dificultad de encontrar a esa persona que nos acompañaría hasta el fin de nuestras vidas. 

Tomando como referente las relaciones de nuestros abuelos y las de nuestros padres, se nos hacía casi imposible imaginarnos envejecer con una persona o al menos con una con la que hubiésemos compartido al menos un cuarto de nuestra vida. 

Finalmente, entre guasas, opiniones varias y generalizaciones típicas, llegamos a la conclusión de que, en la actualidad, se le presta más atención al estuche que al interior. 

Si ya es raro que nuestras opiniones coincidan, que hubiera una segunda lo fue todavía más. Esta vez, basándonos en nuestra situación, circunstancias y receptividad actuales, las tres coincidimos en que, paradójicamente, sería una mascota la que envejecería a nuestro lado, y que serían nuestras parejas las cambiantes y de duración limitada.

lunes, 23 de septiembre de 2019

¿Qué nos pasa que queremos creer que la explicación real es la más complicada, esa que rebuscamos e imaginamos para hacerla a nuestra medida, cuando Ockham ya se centraba en la simplicidad de esta y decía que la más sencilla era la más probable, aunque no necesariamente la verdadera? ¿Eh? 

domingo, 25 de agosto de 2019

Era tan bonita. Bonita, como me decía ella. 
En su rostro se dibujaban mil senderos, que cuando sonreía se unían formando pequeños deltas. Su piel morena, tostada por el Sol, demostraba su carácter decidido, fuerte, trabajador, ese que se hacía notar y atraía la simpatía de los demás. Bajo sus ojos vivos color café, se extendían dos surcos oscuros, que cada año se teñían un poquito más. Con el tiempo, comprendí qué las causaban, lo fuerte que había sido durante toda su vida y cómo a pesar de las circunstancias siempre fue generosa y muy querida.
Tengo tantos recuerdos bonitos con ella, tantos momentos compartidos, tanto aprendido, tanto amor que, aún, cuando esos recuerdos vuelven a mí, se me empapan las lentillas y se me escapa un suspirito, de esos que no se comen pero dejan buen sabor de boca.

martes, 23 de julio de 2019

Debe haber una razón para seguir abrazando tus recuerdos. Quizás sea por mi manía de dejar todo ordenado, y como aún no sé dónde colocarlos exactamente, los sigo manteniendo tan cerquita.
Debe haber otra razón que desconozco, por la cual, desenredar los nudos de la garganta ha dejado de ser tan doloroso como quitar los nidos que enmarañan mis pensamientos; debe ser porque sus pájaros han volado y cosa que no se cuida, acaba descomponiéndose, descendiendo hacia el olvido.
Al fin y al cabo, las penas son menos penas con chocolate y yo, de eso, tengo los armarios llenos.

domingo, 9 de junio de 2019

A veces pienso ¿qué podría darte yo si no tengo casi historia? Algunos años.
A veces se me olvidan las semanas sin verte y recuerdo el camino hasta ti.
Y otras veces preferiría haberte dicho las cosas que callé por dilatar nuestro momento, porque quizás así, ahora no estarías en mi mente.